Editorial

Primera cumbre de seguridad sobre inteligencia artificial

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Hace apenas cerca de un año -el 30 de noviembre de 2022- que fue lanzada al público la aplicación de inteligencia artificial generativa Chat-GPT, de la empresa estadounidense Open AI, catapultando súbitamente a esta tecnología al centro de una intensa discusión mundial y precipitando una vertiginosa dinámica de nuevos y más sofisticados avances. Con razón se habla de una verdadera revolución que recién comienza, pero que tendrá profundos impactos en virtualmente todos los ámbitos de la sociedad: trabajo, educación, salud, información, economía, investigación científica, política, consumo, defensa y otros.

Las ramificaciones de la IA exigen una reflexión intensa y permanente, junto a acciones para adaptarse a sus impactos.

Son justamente la variedad y alcance de los usos potenciales de la inteligencia artificial (IA) -en los cuales la dimensión ética es insoslayable y determinante, por cierto- los que dieron pie a la primera cumbre de seguridad sobre inteligencia artificial la semana pasada, convocada por el primer ministro del Reino Unido. De ella emanó la llamada Declaración de Bletchley Park (un lugar íntimamente ligado a la historia de la computación), un breve texto que busca tempranamente relevar tanto las oportunidades como los riesgos de la IA, y que fue suscrito por 29 países, entre ellos Chile.

El texto es una primera, pero indispensable (y aún tentativa), aproximación a un debate que necesariamente deberá continuar. En ese sentido, es alentador que esta primera cumbre sea seguida dentro de seis meses por una segunda en Corea del Sur, y luego de otra en Francia dentro de un año. En efecto, las complejas ramificaciones de la IA exigen no sólo una reflexión intensa, sino permanente, dado que el mismo desarrollo de la tecnología irá planteando constantemente nuevas interrogantes y desafíos.

Con todo, dicha reflexión será estéril si no es acompañada, en paralelo y desde ahora, con acciones concretas -públicas y privadas- para adaptarse a las inevitables (y posiblemente severas) disrupciones que la IA impondrá a nivel económico, social y político en los próximos años. Es de esperar que la participación de Chile en esta primera cumbre sea una señal de esa disposición.

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